Comentario: El hombre que andaba en el color

Esta entrada llega tarde; como siempre, me suelo enterar de estas cosas a destiempo. aunque ya no valga para la nota del blog, la añado.

El hombre que andaba en el color

George Didi Huberman

Filósofo, historiador del arte y ensayista francés nacido en Saint Etienne, capital del departamento de Loira, en la región Auvernia-Ródano-Alpes el 13 de junio de 1953. Hijo de pintor, cursó estudios en filosofía e historia del arte en parís y complementó su formación en La academia Francesa de Roma, en la Villa I Tatti de Florencia y en el Warburg Institute de Londres. Actualmente es profesor titular de la escuela de altos estudios sociales, conferencista y conocido por sus numerosas obras en torno al estudio de las imágenes y de la historia del arte, como heredero de Aby Warbug, Erwin Panofsky, george bataille y Walter benjamin entre otros. Sus obras más conocidas son Lo que vemos, lo que nos mira (1997), L’Image survivante. Histoire de l’art et temps des fantômes selon Aby Warburg (2002), Imágenes pese a todo: memoria visual del holocausto (2004), Gestes de l’air et de pierre. Corps, parole, souffle, image (2005), Venus rajada: desnudez, sueño, crueldad (2005), Ante el tiempo. Historia del arte y anacronismo de las imágenes (2006) y Ex-voto: image, organe, temps (2006) y Cuando las imágenes toman posición (2008). También es autor del pequeño libro que nos ocupa, El hombre que andaba con el color (2001).

El hombre que andaba en el color

No hay razones concretas por las que haya elegido este libro para hacer este trabajo, quizás su corto número de páginas (81 páginas) en un formato pequeño a primera vista le hacía un objetivo fácil para un resumen... ¡qué gran error! porque este libro esconde una gran complejidad tanto en el lenguaje como en las ideas no fácil de desentrañar. Tras la segunda lectura del libro aún quedan interrogantes sobre qué quiere decir Huberman ya que emplea un lenguaje en extremo erudito y muchas veces oscuro que más que arrojar luz sobre el asunto lo cubre de penumbra.
He usado la versión publicada en castellano por Abada Editores, s. l., en 2014 y con isbn 978-84-16160-17-4. Título original: L’homme qui marchait dans le coleur.

En resumen

El título en castellano El hombre que andaba en el color ya de entrada creo que pierde matices, en francés la preposición dans si bien puede traducirse como “en” en este caso creo que significa más “dentro de” no es lo mismo alguien que camina en algo por encima que alguien camina dentro de algo, rodeado o totalmente englobado por ese algo como creo que aquí ocurre con el color. Nuestro hombre del libro de Huberman creo que camina totalmente dentro del color lo que tiene que ver con la metáfora oscura que vertebra todo el escrito.
El libro a primera vista extraño pues comienza con una metáfora que nos lleva al antiguo testamento y a la alianza de Moises y el pueblo judío con Yahveh, sin embargo habla realmente el artista contemporaneo James Turrell ( Los Ángeles, 6 de mayo de 1943).

Relación de capítulos

Andar en el desierto. Andar en la luz. Andar en el color. Andar en el espaciamiento. Andar en el límite. Andar bajo la mirada del cielo y caer en la fábula del lugar.

La metáfora. Andar en el desierto

El libro comienza con la metafora de alguien que anda en el desierto en busca de un sentido, de un dios, como el pueblo judío según sus mitos lo hizo un día hasta completar la alianza con dios y sellarla con las tablas de la ley y el arca de la alianza, lugar vacío donde residía la luz de dios.  Es aquí donde vemos que una obra artística de alguna manera, mediante el vacío acoge la sustancia divina.
Mas tarde el hombre que caminaba en el color del desierto lo hará en las ciudades y en las catedrales estarán los elementos que ahora, ya en la religión cristiana, harán presente al ausente que es dios y lo harán mediante el arte de usar y dirigir la luz (natural o artificial) y sus reflejos en materiales como el oro, en un lugar muy concreto del templo, el sancta sanctorum o el sacramenti donatrix mensa en palabras de Huberman. El autor imagina la sensación de un cristiano de la época de la Palla d’oro, en la catedral de Venecia, totalmente imbuído de la fe en Cristo verse innundado por la luz de esta obra de arte, como una instalación propiamente dicha donde se presenta el ausente de nuevo. Así también ocurre con el arte de las vidrieras del arte gótico que hacen presente a dios mediante los juegos de luces que inundan todo el espacio y que cambian con las horas del día y también con las estaciones.

James Turrell

Tras una larga introducción presentando la metáfora llega un tercer tiempo de ésta, nuestra época, la actualidad y el arte moderno. Un artista que como los antiguos artistas cristianos juega con la luz (ya desprovista de divinidad), con la presencia y la ausencia, con el límite entre mundos.
Se presenta a Turrell como un pintor que pinta con luz natural o artificial, que crea espacios en los que de alguna manera queda suspendida la percepción, desubicando al espectador, poniéndole en el límite de dudar sobre su propia experiencia cognitiva y llevándole más allá de lo que un trampantojo podría llevarle; a un lugar indefinido próximo a la alucinación y a la experiencia religiosa.
Por ejemplo, en la obra de turrell  Bloodlust, una instalación consistente en dos habitaciones, se hace patente este juego. En la primera se sitúa el espectador, la siguiente habitación se comunica con la primera mediante un vano rectangular. Hasta aquí todo bien, lo mágico del asunto es que el espectador duda si ese vano es realmente un vano o un lienzo plano donde todo es color, un rojo intenso. La sorpresa viene cuando el que observa se da cuenta de que hay espacio detrás de ese color, hay vacío, un vacío no obstante lleno de ese color saturado.
En otras obras  de Turrell como en la llamada Skyspace el artista juega con ese mismo concepto pero con la luz natural, con el cielo cambiante con las épocas y horas del día al igual que las vidrieras góticas. Se nos presenta enmarcado el mismo cielo como obra de arte cambiante y al vez eterna.

En mi opinión. Conclusiones

Para mi, el punto fuerte de este libro es también su punto débil, es una obra que no deja de remitirnos a otros autores y a conceptos filosóficos complejos que no son explicados más que muy superficialmente y con metáforas muchas veces subjetivas, pero nos empuja a buscar y a querer conocer más acerca de ellos. Me refiero, por ejemplo, al concepto platónico de la Chora como material con el que trabaja el demiurgo para crear el mundo sensible copiando las ideas eternas. O al concepto de espacio vacío de Martin Heidegger. En general creo que no son bien explicados por el autor (quizás no le interesaba) o quizás se dirige a lectores muy familiarizados ya con tales conceptos.

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